La incredulidad

Juan 14:1 «No se turbe su corazón. Ustedes creen en Dios; crean también en mí.” (RVC).

 Lo primero que me llama la atención con respecto a este versículo, es que estas palabras se las está dirigiendo Jesús a sus discípulos, muchos de los cuales estuvieron los tres años de vida pública con él. Que compartieron y vieron todos los milagros que realizó; le devolvió la vista a ciegos, sano a paralíticos, resucitó muertos, caminó sobre el agua, el viento y las tempestades obedecieron sus órdenes, etc. Y Jesús, siendo Dios encarnado, que conocía los corazones de ellos, les dice que no se turben sus corazones y que si creen en Dios, crean en él.

 A mi entender, este versículo refleja la naturaleza incrédula del ser humano y pienso que sólo puedes creer cuando recibes el Espíritu Santo de Dios, como dice su palabra, cuando aceptamos por fe, a nuestro Señor Jesucristo. Como quedó demostrado en la vida de los apóstoles, que antes de recibir al Espíritu Santo de Dios, una vez apresado Jesús, renegaron de él y huyeron, pero una vez recibido el Espíritu Santo de Dios, se transformaron de hombres cobardes, en hombres valerosos y que llevaron el evangelio de Jesucristo a todos los confines de la tierra, aún a costa de sus vidas. Esta transformación, sólo se puede explicar, por la presencia del Espíritu Santo en sus vidas.

 Por eso, debemos tener paciencia con los incrédulos, porque si para los apóstoles que compartieron tres años con Jesús, no fue suficiente, con toda seguridad, que será mucho más difícil para cualquier persona que no reciba a Jesucristo en su corazón.

 Por eso es importante compartir la palabra de Dios, porque como dice el escritor de Hebreos en el capítulo 4, versículo 12, “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.”, ese poder de la palabra se materializa, cuando las personas, escuchan la palabra de Dios, pero para que la puedan escuchar, debe haber alguien que les hable de la misma. Hay que tener paciencia y no desesperarse cuando le hablan de la palabra de Dios a alguien; en su momento esa semilla sembrada germinará y dará frutos.

 No nos olvidemos, que las Sagradas Escrituras, dicen que la palabra de Dios está escrita en el corazón de los hombres (Jeremías 31:31-33), y lo que hacemos nosotros cuando le llevamos la palabra de Dios a alguna persona, es dejar que la misma limpie la maleza en su corazón y así la ley de Dios, brille en su corazón.

 Que Dios los bendiga abundantemente.

 Rodolfo Grössl Díaz.

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